...creo que no debo ser la única psicóloga
que sonríe mentalmente y mira hacia
arriba cuando escucha en las noticias la expresión "depresión
postvacacional", pensando... "Anda que..., ¡llamamos síndrome a cada
cosa!...".
Imagina que al conjunto de sensaciones que
experimentas al salir de ver una película del cine lo bautizáramos como: "Síndrome
de Aclimatamiento Post-fílmico". Y que empezaran a hablar de este fenómeno
en las noticias personajes convenientemente vestidos con bata blanca, o con
corbata, o con ambas, para que se note que es un problema importante.
Bueno, ya te habrás dado cuenta de que
este post no va a servir para hacerte creer que tus sensaciones desagradables después
del periodo de vacaciones (si lo has tenido este verano, claro) son causadas
por el poderoso "síndrome postvacacional".
Más bien vamos a intentar serenarnos un
poco, desdramatizar con sentido del humor, y con sentido común ofrecerte 4
ideas que te ayuden con este proceso de
adaptación que vivimos cuando pasamos de un periodo largo en una actividad, a
otra actividad que supone un cambio de rutina importante. Porque eso es lo
que te está pasando.
IDEA 1:
Por si no ha quedado claro, deja
de pensar y de decir que lo que sientes es una “depresión
postvacacional".
Este término es una idea, una etiqueta, que no te servirá demasiado para afrontar el
mes. En lugar de ayudar, es una idea que dificulta, te preocupa, te frustra.
Cuando pensamos en que algo existe o que es cierto (aunque no tengamos datos
para comprobarlo) aumentamos nuestra percepción de todo fenómeno que encaje con
esa idea. Cuanto más lo pienses, más notarás los síntomas que has oído que
tiene.
Por ejemplo. De pequeña creía que Drácula vendría a
por mí, no me preguntéis cómo, pero aquella idea me vino de alguna fuente que
para mí en aquel momento tenía autoridad (un primo mayor que yo, una película
que no tenía que haber visto...) Así que por la noche, cualquier crujido,
sombra, ruido, forma que percibía en la oscuridad de mi cuarto, eran pruebas de
que Drácula venía a por mí. Menos mal que aprendí a saltar de la cama y encender la luz.
De la misma forma, cuando nos cuentan la
historia de que hay un “síndrome postvacacional” por ahí pululando, enseguida nos
sentimos identificados y nos auto-diagnosticamos, aumentando nuestra atención
en los síntomas.
Y tú dirás: -Vale, si dejo de pensar que
lo que noto es un Síndrome, ¿cómo llamo a lo que estoy sintiendo ahora mismo,
día 1 de septiembre, de vuelta a la rutina?
IDEA 2:
Cuéntatelo así: “Estoy pasando de un ritmo a otro, y me voy adaptando día a día”.
Como cuando salgo del cine: mis sentidos
han de acostumbrarse a los estímulos de la calle, me conecto de nuevo con lo
que pasa fuera, el tráfico, las escaleras… soy consciente de que la película me
ha dejado buenas/malas sensaciones, y sé
que ahora estoy ya en otra cosa, en la conversación con los amigos, en
conducir, en volver a casa…
Hay pensamientos que ayudan, y este es uno
de ellos. Me digo algo más real, que me
ayuda a ser paciente conmigo, y con los que me rodean, especialmente con
los niños. Me ayudará a gestionar mejor mi rabia y a empezar con un mejor
estado anímico si pienso que esto es un proceso de adaptación, natural, normal,
gradual, no instantáneo.
No eres un adulto fallido si te cuesta
ponerte al ritmo, ¡eres normal!
Y es posible que tú digas ahora: -Claro,
pero el recuerdo de las vacaciones está ahí, ¡qué a gusto estaba!, ¡aaaay!
IDEA 3: Idealizar las vacaciones te
mantendrá más tiempo en el proceso de adaptarte a lo nuevo. Estarás durante más
tiempo enfadado/a, sufriendo a contracorriente.
Aquí viene mi sugerencia: mira si puedes transformar esta nostalgia en alegría
por lo disfrutado. Ya nadie te puede quitar “lo bailado”.
En lugar de languidecer por lo vivido como
si nunca más fueras a tener un momento así, celebra lo afortunada que eres al
haber podido permitirte este descanso, viaje, experiencia…
Si lo hablas con la pareja, con los hijos,
con los amigos, compañeros de trabajo… intenta hacer ese cambio de matiz, ese clic
para expresarlo y recordarlo no desde el “pobre de mí”, sino desde la alegría y
la satisfacción.
IDEA 4: Crea tus propios OASIS, momentos agradables puedes darte cada día. ¡Sí!
¡Cada día!
Parte de la dificultad en adaptarnos tras las
vacaciones tiene que ver con la frustración que diariamente vivimos en nuestro
día a día de “no-vacaciones”. ¿Cómo es esta rutina? ¿Gestionamos nuestras
tareas a lo largo y ancho de nuestra agenda, o dejamos que sean ellas las que
se imponen y nos obligan a no parar?
Idealizar las vacaciones, esperarlas como
si fueran nuestra salvación, en mi
opinión tiene relación proporcionalmente inversa con la habilidad de crear momentos de disfrute propios a lo largo del
calendario. Minutos, horas, días, dedicados a alimentar el alma, a
descansar el cuerpo, a relajar las emociones.
Personas que tienen esta habilidad más
desarrollada no sufren exageradamente la vuelta de las vacaciones. Se adaptan
con más naturalidad al nuevo ritmo. Disfrutan todo el año.
Sin embargo, personas que dejan el peso de
su bienestar emocional a los días de vacaciones, o a los puentes, están comprando números para
la rifa del “síndrome postvacacional”.
Por lo tanto, mi última idea es esta.
Crea tus momentos de estar contigo a diario. Puede ser cinco minutos, desayunar mirando por la
ventana puede ser una gozada, o por la noche hacer unos minutos de respiración
en lugar de ver TV, o escribir un diario, o… la imaginación es infinita.
Espero que todo esto te sea útil, y te
haya hecho sonreír al verte retratado un poquito.
Dedicado a todas las personas con las que
en las sesiones y en cursos he trabajado este tema. A la fuerza que ellos y yo
hemos puesto y ponemos en vivir con desenvoltura, hacerlo fácil, y dejar de
sufrir gratuitamente.
FELIZ momento. Feliz INTENTO.
(C)Cristina Abellán Pérez
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